viernes, 28 de marzo de 2008

Algunas consideraciones sobre los dogmas

Por Gonzalo Pezo
“Una enseñanza mediocre levanta montañas alrededor
de algunos dogmas asentados hace siglos, que por cierto
no han perdido nada de su eterna sabiduría, pero que
subsisten también confusos por toda la eternidad en medio
de esta bruma y de esta niebla”.
(Franz Kafka. “La muralla china”).

Ha habido muchas revoluciones: científica industrial, americana, francesa, rusa, etc. Todas se han enfrentado a determinados dogmas, pero curiosamente muchas de ellas no han hecho más que denominar un concepto, para idolatrar otro, es decir, erigir un nuevo dogma. Como conclusión, creemos en un dogma. Como conclusión, creemos en un dogma mientras nos parece útil, pero no hay nada menos práctico que un dogma, pues suelen ser enigmáticos y nebulosos. Lo que sucede es que nuestra inteligencia los simplifica. La mente es muy débil, tal vez porque se erige por las leyes de la naturaleza y es, al igual que su poseedor, frágil. Además, es una creación relativamente reciente en el mundo. Otros animales, algunos más antiguos que nosotros, nunca la han tenido ni la tienen, así que no debemos esperar mucho de ella.

Los dogmas son tan complejos que ejercitan nuestra intuición y nuestra inteligencia y el que permanezcan en las penumbras los hace más interesantes, especialmente a quienes gustan de los desafíos o a quienes los contemplan con una admiración romántica. También existen los laberintos. Estos son como los dogmas: los laberintos tienen una salida, mientras que los dogmas son la única verdad. Pero si alguien considera la vida como un laberinto, ¿utilizaría un dogma para salir de él? Esto sucede, por ejemplo, con los cristianos: nosotros despreciamos nuestra vida y nos preparamos para otra vida después de la muerte y nuestra guía para salir del laberinto es el dogma cristiano.

Los dogmas son los castillos construidos sobre montañas boscosas, inaccesibles para el lego, pero esto significa que también son fortalezas. ¿Para defender qué?¿los intereses de una casta o es que se nos oculta algo? Generalmente, quienes edifican estas fortificaciones lo hacen por razones muy pías y con buenas intenciones. Pero, eso no es suficiente. Cada cual debe reflexionar sobre lo noble o bajo, lo beneficioso o lo perjudicial o, tal vez, solo inútil de un dogma. O podríamos no contemplarlos, ni siquiera advertir su presencia. Resulta más cómodo. Además, a alguien podría no gustarle lo que encuentre. Podría hallar seres mezquinos que se fortalecen con la debilidad de otros fines. Piensan que muchos deben sacrificarse de una u otra forma por unos pocos. Otros creen que el individuo es solo una partícula en el universo y que debe supeditarse al bien común que suele ser la billetera de algunos iniciados en el dogma.

De todos modos, los dogmas están ahí, su presencia puede intimidarnos o provocar nuestra risa, pero son indestructibles en su propio terreno. La ciencia puede bombardearlos y reducirlos a escombros. Pero desde el aire, un ambiente menos familiar para el hombre que la tierra firme. Se me dirá que pronto el hombre vivirá en el espacio sideral, pero yo contestaría que tal medio ambiente sería como una nueva tierra. A menos que pudiéramos como los anfibios vivir en medios distintos.

Franz Kafka intuyó, imaginó o creó mundos nuevos desde la experiencia cotidiana y el narrador de “La muralla china” no se atrevió a continuar más adelante en sus investigaciones para no pasar a la etapa del hacer. Es un sabio que prudentemente no reflexiona más acerca de la conducción. Noblemente no quiere enlodarse. Yo, en cambio, me asfixio bajo el fango de los dogmas y como quien cae en arenas movedizas no me muevo para hundirme más lento a fin de disponer de más tiempo para encontrar una salida a tan difícil situación.

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